Ayer por fin vi la película Joker, y me quedé impactada, porque me avisaron de que no me dejaría indiferente, pero desde luego no la esperaba así.

Joaquin Phoenix, hace un papel brillante. Sería más que justificado que le dieran el Oscar hoy. Logras empatizar con su personaje y hasta comprendes a Joker, porque tuvo la mala suerte de ser un desgraciado.

Arthur (Joker) es un marginado social que padece una enfermedad psiquiátrica y neurológica, y que muy pequeño vive un trauma que marcará su vida sin saberlo. No es hasta su edad adulta cuando logra poner todas las piezas en su sitio y su vida se desmorona, dando lugar a una vida aun más triste y desgraciada.

Para todos, tengas una enfermedad psiquiátrica o no, esto sería muy difícil de asumir.

Viéndole no podía evitar pensar en la multitud de personas que a lo largo de toda la historia de la humanidad ha padecido alguna enfermedad de este tipo y no fueron diagnosticados, o simplemente fueron diferentes de alguna manera, y fueron mal tratados, fueron apartados de la vida y de la sociedad, sin darles ninguna oportunidad.

Personas que en muchos casos fueron catalogados como “locos” y cuyo futuro lejos de mejorar, terminaban rechazados, encerrados o muertos.

Aún hoy, nos cuesta normalizar cualquier trastorno, diferencia física o enfermedad mental, nos llama la atención cualquier comportamiento que salga de la norma (no porque nosotros seamos normales, sino lo que creemos que para nosotros es normal, cuando en muchos casos, somos muy ignorante), nos quedamos mirando de forma descarada, invadiendo la intimidad de los demás sin que nos importe nada el saber que la otra persona puede sentirse incómoda y con razón.

Nos puede más el intentar saber qué le ocurre, por qué actúa así. Y no, no tienen por qué contarnoslo, no tienen por qué llevar un cartel, no tienen por qué justificarse, no tienen por qué forzarse a no llamar nuestra atención, el problema es nuestro. Nuestro problema de empatía. Ya debe ser bastante duro levantarse por las mañanas con más dificultades que el resto (por el motivo que sea), para estudiar, para relacionarse, para desenvolverse solo…

No somos nada empáticos, yo soy la primera, voy en piloto automático, no suelo ponerme en el lugar del otro porque muy probablemente hasta esté pensando en mis cosas cuando voy por la calle, y es tristísimo que tengamos ese poder de hacer sentir mal o bien a alguien con solo mirarlo y no le demos la importancia que se merece.

Es muy facil mejorar la vida de alguien, o al menos el día o la mañana. Mostrar interés sincero por alguien debería ser algo innato en todos nosotros.

Y sobre todo, y mucho más importante. Somos seres sociales, vivimos en sociedad porque nos necesitamos los unos a los otros, todos necesitamos de los demás y eso será así siempre, y lo es para todos. Si logramos mostrar empatía, se abrirá un abanico inmenso de posibilidades para nosotros y para el resto, aparecerá el interés por querer saber más del otro, y eso nos enriquecerá a ambos.

No hay nada más bonito que descubrir a las personas que se encuentran detrás de nuestros prejuicios.

Nuestros prejuicios nos limitan y nos aislan, y esto es una enfermedad muy grave. La empatía es la cura, con ella lograremos ser mejores, porque nutrirse de otras vidas y otras circunstancias, nos hace pensar, reflexionar e intentar hacer las cosas mejor.

Y merece mucho la pena, no crees?

Me encantaría saber qué te ha parecido mi primer articulo de opinión. Gracias por haber llegado hasta aquí y leerme.